En Chiapas, el comercio ilícito de animales representa una amenaza seria para la biodiversidad, implicando gran sufrimiento animal y riesgos para los ecosistemas locales. Se han documentado casos donde especies aseguradas durante operativos terminan en Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre (UMAs) o en espacios como ZOOMAT, tras su rescate.
Los especialistas señalan que durante el traslado muchos animales mueren, ya sea por estrés, falta de cuidados o transporte inadecuado. Rutas de tráfico parten desde zonas selváticas y costeras, aprovechando caminos aislados para evadir controles; la selva, los ríos y regiones fronterizas sirven como corredores para el traslado de especies como aves psitácidas, monos, reptiles, mapaches, boas, entre otros.
ZooMAT, en Tuxtla Gutiérrez, ha tenido que convertirse en un refugio permanente, atendiendo ejemplares decomisados, rehabilitándolos y, cuando es posible, restituyéndolos a su hábitat. Sin embargo, las autoridades y organizaciones ambientales alertan que la demanda tanto dentro como fuera del país sigue siendo fuerte, lo que alimenta este comercio ilegal persistente.
Además, se advierte que este fenómeno no solo afecta a la fauna directamente, sino que debilita todo el sistema natural: al extraerse individuos, especialmente hembras o madres de crías pequeñas, se reduce la reproducción de las poblaciones; al fragmentarse los ecosistemas, aumenta la fragilidad ante enfermedades, incendios o cambios climáticos.
En respuesta, se requieren mayores recursos para vigilancia, coordinación entre instituciones, legislación más efectiva, y campañas de concienciación que informen a la ciudadanía sobre los daños de adquirir fauna silvestre. Sin esas medidas, los especialistas coinciden en que Chiapas seguirá siendo eje de esta actividad ilícita con consecuencias que ya son visibles.
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