Decenas de trabajadores indígenas provenientes de comunidades rurales de Guatemala han denunciado condiciones de explotación en fincas bananeras de Chiapas, donde aseguran que se les somete a jornadas extensas, salarios bajos y trato degradante. La mayoría llegó al país a través de intermediarios que les prometieron empleo y vivienda, sin precisar las verdaderas condiciones del trabajo.
Las personas relatan que fueron trasladadas en camiones, sin información clara sobre su destino. Al llegar, les retuvieron los documentos y fueron alojadas en espacios improvisados, donde duermen en el suelo y deben asearse con agua de tambos. La vigilancia constante y la falta de transporte les impiden salir del lugar, lo que los mantiene prácticamente aislados.
En las fincas, las labores van desde cortar y lavar racimos de banano hasta empacar la fruta para exportación. Trabajan entre diez y catorce horas diarias, bajo altas temperaturas y con poca protección. El pago, afirman, varía según la producción y muchas veces se retrasa o no se cumple como se les prometió. “Aquí el banano vale más que nosotros”, comenta uno de ellos, al resumir el sentimiento generalizado entre los jornaleros.
El cultivo del banano en la región del Soconusco, una de las principales zonas productoras de México, exige altos estándares de calidad y limpieza para abastecer mercados internacionales. Sin embargo, quienes sostienen esa cadena productiva aseguran no recibir las condiciones mínimas de dignidad y seguridad laboral.
La situación refleja una contradicción profunda: mientras el fruto es tratado con cuidado extremo para cumplir certificaciones y requisitos de exportación, las personas que lo cosechan y empacan viven en condiciones precarias, sin acceso a contratos, atención médica ni mecanismos de denuncia.
Las historias que emergen de estas fincas evidencian una realidad silenciada en la frontera sur mexicana, donde la necesidad económica y la falta de oportunidades empujan a cientos de trabajadores a aceptar empleos que los exponen a abuso, desprotección y discriminación. Lo que comenzó como una promesa de trabajo digno, termina siendo una experiencia marcada por la explotación y el olvido.


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