¿Comer un bolillo para el susto? Lo que dice la ciencia sobre esta tradición mexicana

El mito del bolillo como remedio para el miedo persiste, pero los expertos explican si realmente tiene efectos.

En México, es común escuchar la recomendación de comer un bolillo después de vivir una experiencia de miedo o estrés, como un sismo. Esta práctica popular se ha transmitido de generación en generación, pero ¿es realmente efectiva o solo un mito cultural? Para desentrañar esta duda, Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, nos ofrece una explicación científica sobre lo que ocurre en el cuerpo durante estos episodios de estrés y cómo puede ayudar (o no) el consumo de alimentos.


¿Por qué el cuerpo pide glucosa en momentos de estrés?

Cuando enfrentamos situaciones amenazantes o estresantes, como un sismo, el cuerpo activa el sistema nervioso simpático, responsable de preparar al organismo para la respuesta de «lucha o huida». Este proceso desencadena una serie de reacciones fisiológicas diseñadas para garantizar la supervivencia. Según Eduardo Calixto, ante una amenaza, el cerebro demanda un aumento en los niveles de glucosa, la principal fuente de energía para su correcto funcionamiento.

«En momentos de estrés, el cerebro requiere más glucosa para enfrentar la situación», explica Calixto. De aquí surge la creencia popular de que comer un bolillo, un alimento rico en carbohidratos, puede ayudar a calmar el susto. La lógica detrás de esta recomendación radica en que los carbohidratos se transforman en glucosa, lo que podría satisfacer esa demanda energética del cerebro.

¿Funciona realmente comer un bolillo para el susto?

Si bien el consumo de alimentos ricos en glucosa podría tener un efecto positivo en ciertos casos, Calixto González aclara que esta práctica tiene limitaciones. «El bolillo solo resulta útil en personas que han estado en ayuno prolongado, ya que en estos casos los niveles de glucosa en el cuerpo son bajos», comenta. Sin embargo, en situaciones normales, es decir, si la persona ha comido en las horas previas, el organismo generalmente cuenta con suficiente glucosa para afrontar el estrés, por lo que comer un bolillo no tendría un impacto significativo.

En resumen, si no has estado en ayuno, el bolillo no es necesario para recuperarte de un susto. La creencia sigue teniendo fuerza en el imaginario colectivo, pero su efectividad está más relacionada con el estado físico de la persona antes del evento estresante que con el alimento en sí.

¿Puede un susto causar diabetes?

Otro mito muy arraigado en la cultura mexicana es la idea de que un susto o una situación de estrés extremo puede detonar diabetes. El especialista aclara esta confusión. «El estrés o el miedo no son causantes directos de la diabetes», afirma Calixto González. Aunque es cierto que una respuesta intensa de estrés eleva temporalmente los niveles de glucosa en la sangre, este incremento es una parte natural del mecanismo de defensa del cuerpo y no está relacionado con la aparición de la enfermedad.

El verdadero riesgo de desarrollar diabetes está más relacionado con factores genéticos, estilo de vida y hábitos alimenticios. En cualquier caso, un susto no desencadena por sí solo la diabetes, aunque podría ser un factor indirecto en personas con predisposición genética o estilos de vida poco saludables.

El poder del contacto humano en situaciones de miedo

Más allá de los alimentos, Eduardo Calixto sugiere que el contacto humano es una herramienta mucho más poderosa para lidiar con situaciones de miedo o estrés. «Abrazar o acompañar a una persona que ha pasado por un evento traumático puede ser más eficaz que consumir alimentos», señala el experto. Este contacto físico estimula la liberación de oxitocina, una hormona conocida por generar sensaciones de calma, apego y bienestar. En este sentido, el apoyo emocional y físico puede ayudar a las personas a recuperarse más rápidamente de un susto.

Por lo tanto, en lugar de recurrir inmediatamente al bolillo, es recomendable acompañar a la persona afectada, ofrecerle palabras de apoyo y permitir que se sienta reconfortada por el contacto humano.

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